Prensa Mincyt.- El planeta no aguanta más. Esta no es una afirmación catastrófica ni exagerada sacada de algún medio amarillista; ¡no! Es la postura de alerta asumida por científicos que han hecho estudios y proyecciones sobre el calentamiento global que sufre la Tierra.
Recientemente, la ministra de Ciencia y Tecnología, Gabriela Jiménez-Ramírez, publicó un texto en las redes sociales explicando la actual y preocupante dinámica del calentamiento global y el modelo desarrollista que está afectando al mundo. Hizo cita a un estudio publicado recientemente en la revista Nature, cuyas proyecciones sugieren que, incluso, si hoy detuviésemos todas las emisiones de gases de efecto invernadero, la temperatura de la Tierra alcanzaría los 2.3 ºC.
Los autores de este estudio señalan que la crisis planetaria es mucho más alarmante que lo que suponemos, pues el patrón del calentamiento global, en las próximas décadas, dependerá más de la pura inercia que ya trae el cambio climático, por doscientos años de contaminación por carbono, que de las emisiones actuales.
“La dinámica del calentamiento global se asemeja al hecho de estar en una locomotora a máxima potencia. Si aplicamos los frenos a una locomotora que marcha a máxima velocidad, esta se seguirá desplazando sobre las vías, por un tiempo más. A este efecto se le denomina inercia; es decir: si hoy aplicáramos el freno a las emisiones de CO₂, igual habrá una inercia que ya es grave para el planeta”, ejemplificó la alta funcionaria y científica Jiménez-Ramírez.
Sin embargo, aclaró, la situación es todavía más preocupante, pues para seguir manteniendo la lógica del “desarrollo” y el “progreso”, los países del mundo no solo están consumiendo gas y petróleo. Muy poco se habla del carbón mineral, ese carbón que se usa para generar energía en muchos países del planeta (Estados Unidos, Alemania, China, Japón, Australia).
Es bien sabido que el carbón es uno de los combustibles fósiles más contaminantes; no obstante, los países “desarrollados” no han parado de incrementar su consumo a nivel planetario durante las últimas décadas. Entonces, ¿cómo se pretende reducir las emisiones de gases de efecto invernadero si no se ha parado de incrementar la explotación y el consumo de este tipo de combustibles?
Traspasamos la línea roja de peligro
En el año 2020, por la COVID-19, la humanidad, especialmente los grandes consumidores de materias primas y energía de este planeta estuvieron resguardados en casa y, aun así, solo hubo una reducción del 6 % de las emisiones en relación con 2019. El confinamiento se mantuvo los cuatro meses más críticos de la sindemia; pero, después, vinieron los números que tienden a la normalización en la exabrupta cantidad de emanaciones.
Un grupo de expertos ha dicho que mantener la temperatura de la Tierra por encima de 1.5° tendría consecuencias trágicas para la humanidad y para la vida toda en el planeta.
Sin ánimo de ser alarmista, pero con una gran preocupación científica por el planeta y la humanidad, la titular de la cartera de Ciencia y Tecnología en Venezuela advirtió: “El planeta no aguanta más la lógica del desarrollo, venga de donde venga. Es urgente hacer aparecer modelos drásticos de transformación cultural de lo que llamamos ‘progreso’ por unas lógicas responsables en cuanto al consumo energético, alimentario, de materias primas y transporte”.
A pesar de que desde hace rato la humanidad ya pasó la línea roja de alto peligro, aún seguimos ahondando en una lógica que solo nos llevará a la destrucción de la vida en el planeta, en tan solo décadas.
“Es el carácter suicida de la cultura occidental, el carácter suicida del capitalismo, el carácter suicida de una ciencia moderna/colonial que sirve a los intereses del capital”, aseguró la ministra para Ciencia venezolana, dejando en claro de qué va el espíritu desarrollista del capitalismo y la ciencia moderna que trabaja en función de ese modelo.
Concluyó su escrito advirtiendo sobre la necesidad imperante que existe en el planeta de repensar la ciencia y crear nuevos modelos: “Es necesario repensar la ciencia y hacer un retorno reflexivo de nosotros/as como investigadores. Urge crear conocimientos para construir un nuevo modelo civilizatorio a favor del bienestar de los pueblos y de la Tierra. ¡Una ciencia distinta es posible!”.