Mincyt bautiza libro «Ciencia, innovación y la Venezuela productiva» en la Filvén 2021

Prensa Mincyt/Karina Depablos.- Este viernes 12 de  noviembre, el Ministerio del Poder Popular para Ciencia y Tecnología (Mincyt) presentó la novedad editorial titulada Ciencia, innovación y la Venezuela productiva, libro que recoge los textos de seis investigadores/as venezolanos, quienes invitan a los distintos sectores productivos del país a trabajar por una economía propia que respete la vida.

Durante la 17.ª Feria Internacional del Libro de Venezuela (Filvén 2021), la ministra Gabriela Jiménez-Ramírez resaltó la importancia de este texto que sirve como herramienta catalizadora de las fuerzas productivas de la nación, además, resaltó que forma parte de la Colección Ciencia para la Comuna del Mincyt.

“Esta nueva publicación presenta los conocimientos y la cosmovisión del venezolano. Es una experiencia interesante que consulta a un grupo de expertos/as venezolanos, científicos/as, hacedores de la ciencia, cultores de la ciencia, y que demuestra que lo más importante en los procesos de transformación que deben desarrollarse en nuestra economía es el accionar de la conciencia, acompañada, por supuesto, de la ética. Porque no hay ética sin conciencia”, expresó. 

Aseveró que en Ciencia, innovación y la Venezuela productiva, se considera la crisis ambiental global, la crisis económica mundial, el efecto de las medidas coercitivas unilaterales sobre Venezuela, y cómo esta situación ha permitido fomentar las propias destrezas, los conocimientos y fortalecer la infraestructura científica y productiva nacional. 

“Allí debatimos la Alianza Científico-Campesina como una experiencia inédita de innovación que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha reconocido como una iniciativa exitosa. De esto nos hablar la doctora Liccia Romero”, manifestó la ministra venezolana.

Por su parte, el viceministro para Investigación y Aplicación de Conocimientos, Francisco Durán, expresó su satisfacción por incluir la cultura científica venezolana en la Feria Internacional del Libro con el bautizo de esta obra que recoge los enriquecedores debates de un grupo de especialistas realizados en el mes de agosto. 

“En este texto reunimos las voces de los investigadores Prudencio Chacón, Grisel Romero, Daniel Lew, Pasqualina Curcio, Elvis González y Liccia Romero. Este libro es producto de un debate virtual y también estará cargado en nuestra página web para todo el público. Es una obra direccionada fundamentalmente a nuestro propio plan de desarrollo económico y social del país que es nuestro Plan de la Patria. Este es un instrumento más de ello; hacia allá vamos”, enfatizó. 

Asimismo, el viceministro Durán explicó que, esta segunda edición de Ciencia para la Comuna, se enfocó en el debate sobre la producción de Venezuela. 

“Pasqualina Curcio nos habla o nos permite discutir sobre el mito de que Venezuela no es productiva. Con cifras y datos recientes nos demuestran de que Venezuela no es solamente productiva sino más bien que se ha crecido en estas circunstancias adversas”, expresó. 

Esta producción se hizo bajo la coordinación editorial de Nerliny Carucí (periodista científica) y Francisco Herrera (biólogo). 

Para descargar el libro Ciencia, innovación y la Venezuela productiva, presiona aquí: https://bit.ly/3ncnDaE

Fotos: Orlando Ugueto

“El conocimiento debe estar a favor de la vida y de la justicia”

Prensa Mincyt.- La ministra del Poder Popular para Ciencia y Tecnología, Gabriela Jiménez-Ramírez, alertó que, históricamente, las líneas de investigación priorizadas por la ciencia han estado orientadas a hacer funcionar un sistema basado en el capital, en la lógica de mercado, que destruye la vida toda.

“La ciencia no es objetiva. Ni en la pregunta, ni en la observación, ni en la interpretación. La ciencia está construida desde una subjetividad de dominación; si no, no fuera tan funcional al capitalismo. Es funcional a una racionalidad, que es la modernidad, de donde deviene el capitalismo”, expresó.

Para la ministra, es clave reflexionar sobre la responsabilidad social del saber ya que el conocimiento es un derecho humano universal.

“La ciencia —en palabras del maestro Dussel— que tiene una gran capacidad de ver los fenómenos ‘como son’ en la realidad, tiene una ceguera absoluta para prever las consecuencias negativas de actuar sobre esa realidad modificándola a favor del aumento del capital, no de la vida”, manifestó.

Insistió en que negar la objetividad de la ciencia, como ejercicio representacional de la realidad, como la “verdad”, lo “universal”; no niega que deba construirse una nueva “objetividad”, por un nuevo acuerdo intersubjetivo, no aceptado como tal hasta ahora.

“¡Basta de crear conocimientos que no estén a favor de la vida, ni de la justicia! Debemos crear saberes fuera del espectro de un ojo arrogante, de las descripciones de lo real que establecen los poderes hegemónicos mundiales. El conocimiento debe nutrir, cuidar, proteger; ser útil para disminuir la desigualdad, la inequidad, la injusticia, la pobreza”, enfatizó.

La titular de la cartera científica venezolana reiteró que si el saber no sirve para liberar, el deterioro de la humanidad y de sus relaciones será mayor.

El conocimiento, un derecho de los pueblos

El término ciencia proviene del latín bajo el vocablo scientia, el cual, a su vez, remite a “conocimiento”. Hablamos de un tipo de conocimiento que se desarrolla bajo ciertas reglas específicas integradas y articuladas en un método, a través del cual se producen teorías sistematizadas que permiten describir y explicar diversos fenómenos naturales o sociales.

Este conocimiento es producido y compartido por una determinada comunidad científica de la cual forman parte aquellas personas que se han preparado a través de programas de estudio en diferentes áreas de especialización y quienes manejan ese conocimiento en el mundo científico y lo difunden hacia otros sectores de la sociedad. De esta forma, el conocimiento científico también es aplicado para la solución de infinidad de problemas en todos los ámbitos de la vida humana.

Buena parte de los impactos de este conocimiento lo podemos observar en nuestra vida diaria: prácticamente todos los objetos, desde los más sencillos, hasta las más complejas instalaciones y equipos, tienen una base científica y tecnológica. Ahora bien, aun cuando la ciencia y los resultados de la aplicación del conocimiento científico conviven con nosotros, no necesariamente tenemos mayor conciencia acerca de la variedad de factores, actores e intereses que se mueven en el entramado del mundo científico y, muy especialmente, en su vinculación con diversos intereses y centros de poder.

Hemos acuñado la idea, bastante ingenua, según la cual la ciencia es absolutamente “objetiva” y “neutral” y su quehacer se remite exclusivamente a producir conocimiento dedicado al bienestar de la humanidad, propósito este que, no dudamos, seguramente comparte la gran mayoría de quienes forman parte de la comunidad científica. Sin embargo, estos criterios resultan algo borrosos e insuficientes cuando examinamos la institucionalidad dentro de la cual históricamente se ha venido construyendo la ciencia en la mayor parte de la civilización occidental contemporánea.

La institucionalidad científica tradicional muestra, cuando menos, dos aspectos que dan cuenta de valores y sustentos ideológicos que no responden de ningún modo al pretendido criterio de neutralidad. Por un lado, podemos observar la tendencia de la ciencia tradicional a confinarse en su propio mundo, guiado y regido por criterios y principios internos orientados por la competencia y la jerarquización de cargos, roles y especializaciones.

Por otro lado, la ciencia y toda su institucionalidad (sus recursos, sus agendas de investigación y su desarrollo en general) están atravesadas en gran medida por intereses económicos y políticos, funcionales a los principios del capitalismo que capta y acapara el conocimiento científico para industrializar con criterios de mercantilización todas las áreas de producción, servicios y consumo de las sociedades actuales, como por ejemplo alimentos, farmacología, petróleo, comunicaciones, salud.

Ninguna de estas consideraciones son novedosas ni recientes. Muy por el contrario, son planteamientos críticos recurrentes a lo largo del desarrollo mismo de la ciencia, muchos incluso han surgido dentro del propio mundo científico.

En ese sentido, se observan corrientes de pensamiento que plantean la vinculación de la ciencia con conceptos tales como “ciencia abierta”, “accesibilidad al conocimiento”, “conocimiento colaborativo”, así como otros con mayor radicalidad que proponen la “descolonización de la ciencia”, “la ciencia al servicio de la liberación”, “soberanía científica”, como instrumentos para el bienestar y la transformación sociales.

Nada de esto ha sido ajeno a la Revolución Bolivariana, desde donde se le ha dado una importancia de primer orden al conocimiento científico y se ha mantenido un impulso permanente para desarrollar una ciencia propia y comprometida con el horizonte de la patria buena para todos, soberana, independiente y próspera en el marco del buen vivir.

Si todos estos planteamientos tenían una gran relevancia, lo cierto es que la pandemia de COVID-19 no ha hecho sino atizar la necesidad de prestarle la máxima atención al conocimiento científico y al papel de la ciencia. En efecto, hoy, en este contexto de pandemia todos volcamos la mirada hacia la ciencia con diferentes expectativas mientras los científicos se esfuerzan al máximo para desarrollar investigaciones que permitan conocer con mayor precisión al virus y, así, poder enfrentarlo.

Al mismo tiempo, las grandes corporaciones despliegan todo su poder para captar y capitalizar el conocimiento científico que les permita mercantilizar todo lo que sea posible en relación con la COVID-19 y generar, con ello, la máxima rentabilidad; los Gobiernos, aun desde modelos ideológicos y niveles de soberanía e independencia diversos, también dirigen su atención a la ciencia; y, por último, la gente, las personas comunes y corrientes, miramos también hacia la ciencia con la esperanza puesta en que, de la forma más rápida posible, se logren tratamientos y vacunas que garanticen la vuelta a la “normalidad”.

Este escenario nos muestra que, aunque la ciencia tiene un indiscutible protagonismo en este momento, ni estos tiempos de pandemia ni los tiempos por venir de pospandemia pueden reducirse a un fenómeno exclusivamente científico.

Como suele ocurrir, el capitalismo predominante en el mundo occidental, aprovechará este tiempo de crisis pandémica para afianzar sus principios y sus lógicas mercantilistas y ejercerá todo su poder para sacar provecho de esta coyuntura. La ciencia, ¡a no dudarlo!, será uno de sus principales instrumentos.

Ante todo ello, debemos asumir un rol protagónico y enarbolar las banderas humanistas del pensamiento bolivariano y aliarnos con quienes también cuestionan e interpelan este modelo civilizatorio de la modernidad que ha puesto a la vida misma al riesgo de su extinción. También la ciencia debe ser un poderoso instrumento en esa batalla.

Hoy, ante la pandemia global, es imperativo buscar alternativas en todos los órdenes: políticos, económicos, sociales, culturales y, también, científicos. Desde ese marco, no será la tradicional institucionalidad científica la que se erigirá como alternativa.

Es necesario continuar avanzando en la construcción de una nueva institucionalidad científica determinada por una ética que, de ningún modo, asuma un carácter neutral que no existe al conocimiento producido. Una institucionalidad científica que proponga y asuma al conocimiento científico como un bien común de los pueblos y la gente, y no como una mercancía para las grandes corporaciones que lo utilizan para maximizar la rentabilidad ni para los grandes centros de poder hegemónico que lo utilizan como instrumento de dominación y sometimiento.

Fernando Giuliani

Psicólogo social