La falta de creatividad, sociabilidad y la capacidad empática en los seres humanos están asociados al denominado síndrome o trastorno de déficit de naturaleza, también ligado a otros problemas que atacan a la salud física y mental.
El periodista y ensayista estadounidense Richard Louv, en el año 2008, creó el término de “trastorno por déficit de naturaleza”, en su obra titulada ‘El último niño de los bosques: salvar a nuestros niños del trastorno por déficit de naturaleza’.
En la publicación, el escritor presenta destacadas investigaciones dedicadas a cómo la exposición directa a la naturaleza es esencial para el desarrollo humano. Detallando, además, las consecuencias negativas y su reflejo con los diversos problemas de salud, tales como la obesidad, la dificultad de atención, las enfermedades cardiovasculares y la depresión.
“Los estudios sugieren que el contacto, directo e indirecto, con la naturaleza nos ayuda a recuperarnos de la fatiga mental, a mejorar nuestra atención y ayuda al cerebro a recuperar la capacidad de pensar. La naturaleza es un antídoto para el estrés, aunque esta sea un pequeño jardín o un parque en medio de la ciudad”, expresó Louv.
Para el ensayista, el déficit de contacto con la naturaleza no es un síndrome clínico o un trastorno reconocido, pero sí se trata de un “factor de riesgo para muchas enfermedades físicas y mentales”. Del mismo modo, refiere que cuando se carece de este contacto con el ámbito natural se sufre de una mayor falta de concentración, ansiedad, estrés e irritabilidad como síntomas claros de una falta de recarga natural.
Louv, agrega que la desconexión con el entorno natural en la vida cotidiana conlleva a graves consecuencias, en especial para niñas y niños; pues se genera la disminución del uso de los sentidos, problemas de atención y altos porcentajes de enfermedades físicas y emocionales.
En su investigación, insiste en que la “naturaleza ayuda al desarrollo motor, sensitivo, psicológico e intelectual del niño además de ayudar a prevenir la obesidad”. Agregando, que en el entorno natural, los pequeños de la casa “desarrollan mejor las habilidades sociales, suelen tener un mejor humor y no suelen presentar estrés psicológico”.